Que me haces mucho bien, no sabes cuanto.
Busco tu nombre en la definición de felicidad y me sorprende que tú nombre no esté en sus opciones.
Que me haces mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto.
De un día a otro dejé todos mis vicios, todos de un jalón, barbitúricos, tabaco y alcohol. Ahora sólo quiero tu licor, tu whisky, tu sabor. Suficiente para emborracharme.
Yo no sé si el sexo sea confundido con amor, o son hermanos, hijos de distinto padre, pero, por si o por no,
sólo sé que te amo con todo este ímpetu.
Que me haces mucho bien, mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto.
Sé que estoy enfermo, sí, de ti. Ya sé que no es normal que me gusten tanto las espejos. No me conforme con el espejo del techo, como en las habitaciones de lujo en los hoteles. No. Mandé a poner espejos en los techos de la sala, del comedor, de la cocina, sobre todo de la cocina, del baño, de los pasillos, de las paredes, espejos, muchos espejos, no para ver tu belleza multiplicada, sino para que veas las pancartas que te escribo cuando duermes, y que dicen te amo, para que las veas multiplicadas al infinito, si te paras en algún lugar estrategico. En ese lugar estrategico, te has colocado en mi pecho, justo ahí.
Que me haces mucho bien, mucho bien, mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto...
Estos efectos nerviosos que me provocas no creas que me afectan, me encantan. Mi lengua se traba mucho, pero en rormal, nornal, perdón, normal, con semejante monumento andante a mi lado. Me haces sudar no más al verte, mis manos sufren del síndrome de querer aprisionarte, haces ajetrear mi ritmo cardíaco, pones a mi corazón de cabeza, pero mis ojos no necesitan parpadear si te ven, mi olfato se agudiza para ti, y puedo escuchar los movimientos de tus labios. Tengo que confesarme contigo. Te has vuelto mi droga, estoy enfermo, en fase terminal, por ti.
Me tienes enfermo por ti, pero no sabes que me haces mucho bien, mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto
Que me haces mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto.
De un día a otro dejé todos mis vicios, todos de un jalón, barbitúricos, tabaco y alcohol. Ahora sólo quiero tu licor, tu whisky, tu sabor. Suficiente para emborracharme.
Yo no sé si el sexo sea confundido con amor, o son hermanos, hijos de distinto padre, pero, por si o por no,
sólo sé que te amo con todo este ímpetu.
Que me haces mucho bien, mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto.
Sé que estoy enfermo, sí, de ti. Ya sé que no es normal que me gusten tanto las espejos. No me conforme con el espejo del techo, como en las habitaciones de lujo en los hoteles. No. Mandé a poner espejos en los techos de la sala, del comedor, de la cocina, sobre todo de la cocina, del baño, de los pasillos, de las paredes, espejos, muchos espejos, no para ver tu belleza multiplicada, sino para que veas las pancartas que te escribo cuando duermes, y que dicen te amo, para que las veas multiplicadas al infinito, si te paras en algún lugar estrategico. En ese lugar estrategico, te has colocado en mi pecho, justo ahí.
Que me haces mucho bien, mucho bien, mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto...
Estos efectos nerviosos que me provocas no creas que me afectan, me encantan. Mi lengua se traba mucho, pero en rormal, nornal, perdón, normal, con semejante monumento andante a mi lado. Me haces sudar no más al verte, mis manos sufren del síndrome de querer aprisionarte, haces ajetrear mi ritmo cardíaco, pones a mi corazón de cabeza, pero mis ojos no necesitan parpadear si te ven, mi olfato se agudiza para ti, y puedo escuchar los movimientos de tus labios. Tengo que confesarme contigo. Te has vuelto mi droga, estoy enfermo, en fase terminal, por ti.Me tienes enfermo por ti, pero no sabes que me haces mucho bien, mucho bien, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto, no sabes cuanto
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