23 diciembre 2010

2 El paraíso puede estar en cualquier parte



El paraíso puede estar en cualquier parte.
Hay una pareja en una tienda de ropa.
Para ellos la tienda es una sucursal del paraíso.

Ella es bajita, pero tiene unos tacones y un caminar que
derrumbarían un reino, si quisiera. O al menos a él.

Él sonríe hasta por los bolsillos del pantalón. Podría estallar la octava guerra mundial, pero nada le va a quitar la sonrisa este día.

Los dos tienen una chispa en su mirada. Algo anormal. Algo que parece demasiada felicidad. Molestan a los demás por su felicidad. Algunos pesimistas, pensarán.



Ella elige un vestido negro diminuto, tan corto de abajo que dejaría desnudas la totalidad de las piernas. El hace una señal de perfección. Ella elige otro, con un talle tan bajo que sus pechos por poco se asoman nomás al caminar. La vista de los medios senos de fuera hubiera sonrojado hasta al más pintado. Él hace una seña de perfección con sus dedos y su sonrisa.  Pero ella elige del aparador uno más. Es tan corto de arriba, con los hombros descubiertos, y tan corto de abajo que el viento besaría la ingle nomás al toser ligeramente. Él hace la señal de perfeccióncon con sus dedos, su sonrisa y con el bulto del pantalón.
Él elige el baby doll más lindo que se haya hecho en la tierra, del mismo color que la vida: Rojo sangre.

El paraíso puede estar en cualquier parte. La pareja entra a un cine, ven la película má aburrida, porque de todos modos no pensaban verla. Eligen la última fila. Al rincón, pese a que hay sólo 17 personas en toda la sala. No podrían decir quien es el protagista del filme ni a que era un película de terror o de comedia. Él no la dejó un minuto, ella pensó que tenía tres brazos, porque uno siempre estuvo mojando su entrepierna y otros dos brazos subían y bajaban de su cuello a sus senos a su cara a sus hombros a su abdomen a sus senos a su cara a su cuello a su senos a sus senos....

El paraíso puede estar en cualquier parte. Él no está seguro a donde llevarla a cenar. Pero elige la peor opción. Pero no hay problema. La peor opción en el paraíso es de lo mejor. Él pide un paquete que incluye un coctel de camarones -los va a necesitar, de seguro- y caldo de pescado. Élla elige una sopa de camarón -es lo que más se le antojaba- y unos tacos de pescado--- ríquisimos, tanto que se le antojaron a él y le robó algunos.

El paraíso puede estar en cualquier parte. Entran a casa, cierran la puerta. Ese vestido, esa lencería, esos tacones, son la llave maestra del paraíso para él. Las manos de él, la boca de él, la lengua de él, son el pasaporte para el paraíso para ella. Estarán hasta tan tarde que cuando les de sueño va a ser hora de que amanezca y estarán tan cansados que cuando se despierten va a ser hora de dormir.

Él sospechaba que él paraíso podía estar en cualquier parte. Nunca imaginó que podía estar tan cerca . Ella sabía del paraíso porque se lo habían contado. Ahora lo lleva consigo.

                                                                                                                               -Para ti, niña.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

He tenido días de esoss, hacen que valga la pena la exoistencia...

yerli seksi dijo...

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