Mejor que una Coca Cola |
Tendida en la cama, desnuda, parecía esperar que la libara un vulgar sediento.
Consulté las cábalas de sus senos de esfinge. Mis entorpecidas caricias pugnaron con el cuerpo-envase. Descifré mensajes en las aureolas de sus pechos. Logré conjurar un hechizo que le arrancó un pueril gemido...
No sé cuantas veces hicimos el amor, pero estaba casado y sediento. Engañe a mi sed lamiendo el dulce sudor que perlaba sus contornos de envase. Y para saciarme realizé lo que revelaron sus pechos. Los mordí y chupé hasta no dejar ni una gota de cálida y refrescante sabgre.
Ahora, sólo lamento que su cuerpo no fuera retornable.
Anécdotas Sedientas
J.L. Nutte
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Sale púes.