29 noviembre 2010

0 Una anécdota sedienta

Mejor que una Coca Cola
Es verdad que nadie, en su entero juicio, podría ver el cuerpo de una mujer como coca-cola. Quizá fue la desmedida sed de beber en sus labios, el color de su piel o la forma de su cuerpo, pero siempre la vi como refresco.
Tendida en la cama, desnuda, parecía esperar que la libara un vulgar sediento.
Consulté las cábalas de sus senos de esfinge. Mis entorpecidas caricias pugnaron con el cuerpo-envase. Descifré mensajes en las aureolas de sus pechos. Logré conjurar un hechizo que le arrancó un pueril gemido...

No sé cuantas veces hicimos el amor, pero estaba casado y sediento. Engañe a mi sed lamiendo el dulce sudor que perlaba sus contornos de envase. Y para saciarme realizé lo que revelaron sus pechos. Los mordí y chupé hasta no dejar ni una gota de cálida y refrescante sabgre.
Ahora, sólo lamento que su cuerpo no fuera retornable.

Anécdotas Sedientas
J.L. Nutte

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